Un día estaba viendo una exposición y alguien a mi lado comentó en voz alta: “…pero realmente qué es el ARTE?”. Yo le contesté: no sé, tal vez sea la mágia que se crea cuando estás delante de un cuadro y éste consigue comunicarte cosas, hace que te conmuevas, que vibres en la misma sintonía que tenía el pintor en el momento de pintarlo. Tal vez se resuma en comunicación, yo pinto, tú miras y por un momento somos “uno”

Si esto es lo que consigo con mis cuadros, sería estupendo y si alguien después de un tiempo todavía los recuerda, es posible que haya conseguido algo de esa mágia.
Yo sólo sé que cuando pinto no existe el tiempo, ni la tristeza, ni el dolor; sólo existe el lienzo y esa “magia” que hace que cuando acabo un cuadro esté deseando empezar otro.

A menudo me dicen que tengo el poso de lo antiguo, que reproduzco lo que veo, pero que le doy un toque personal. No lo sé, quizá.

También pinto lo que veo alrededor, cosas sin importancia e intento darles otra categoría, intento sacarles el “alma”, ponerlas a otra altura, llevarlas a su plenitud. Una simple manzana bien dibujada y pintada crea una energía que hace que quien la vea pueda admirar su esencia, su sencillez. Las cosas “hablan” sólo hay que saber escucharlas.

Estoy metida en esta experiencia fascinante que es reflejar mediante el color y la forma emociones, vivencias y sensaciones que de otra forma no sabría hacerlo.

En ese camino estoy, intentando empaparme de los conocimientos que he atesorado de los demás y que tienen la generosidad de compartir conmigo y de la sensación conocida y cálida que sale de mi interior. También de esa emoción que me produce el respirar los aromas del aguarrás sintiendo que entra por todos los poros de mi piel llegando donde nada ni nadie ha llegado.

Así me muevo yo, entre los vaivenes de la vida, entre universos de flores, meciéndome entre estar, sentir y ser. Quiero ser, ser yo misma. Que me dejen bailar entre flores, entre paisajes donde la mirada se pierde a lo lejos donde no haya dolor ni vacío donde pueda SENTIR Y SER.

Después de todo me quedo con lo que se dice: “el mundo está en las manos de aquellos que tienen el coraje de soñar y corren el riesgo de vivir sus sueños”

Quiero seguir corriendo el riesgo de vivir mi sueño en este mundo fascinante que es la pintura.

Hablar de pintura, además de complicado, implica hablar de emociones. La emoción es algo tan íntimo, tan personal, que no se puede valorar ni medir. Cómo medir la emoción que surge viendo una puesta de sol, el mar chocando contra las rocas, la sonrisa de un niño… Cuando el pintor consigue mínimamente mostrar esa emoción, las horas frente a un lienzo en blanco merecen la pena.

Según Carl Gustav Jung: “sin emociones es imposible transformar las tinieblas en luz y la apatía en movimiento”.

Transformemos la oscuridad que nos rodea, la apatía que nos invade y hagamos del “arte” uno de los asideros a los que agarrarnos cuando todo parece que se desvanece. Dejemos que nuestros sueños se fundan con el color y la atmósfera que un cuadro nos transmite.

Decía Picasso que “hay personas que transforman el sol en una simple mancha amarilla pero hay también quienes hacen de una simple mancha amarilla el propio sol”.

Sueño con llegar a conseguir algo parecido algún día.